TALLER DE HABILIDADES PARA PADRES Y MADRES
Artículo sacado
de la revista Aula de Infantil nº 67
(septiembre-octubre de 2012), publicada por la editorial Graó (de su apartado
HABLAMOS DE…NACIDOS PARA LEER)
LEER EN FAMILIA
Los estudios reflejan que en el desarrollo de la
lectura es esencial el papel de la familia: tiene más probabilidad de ser una
buena lectora aquella niña que compartió cuentos con sus padres en los primeros
años. Hay familias en las que esto se va a dar de forma natural: familias con
la casa llena de libros, de periódicos y
revistas, etc. Hay otros padres para los que compartir cuentos y otros
materiales de lectura supone algo novedoso en sus vidas, porque no lo ha vivido
de pequeños cojo algo placentero, sino que asocian la lectura con los aburridos
deberes.
Para unos y otros, vamos a
revisar algunas claves para que la lectura, y la escritura, en casa sea
placentera y sirva para aprender.
QUÉ
Lo primero que nos viene a la
cabeza son los cuentos: empezamos compartiendo las primeras imágenes con los
bebés y acabas leyendo historias con los más mayores. A veces cuesta saber cuál
es un buen cuento para cada edad, lo mejor es pedir información en la escuela o
en la biblioteca infantil. En cualquier caso, tenemos que observar las
reacciones de nuestro hijo o hija para saber si estamos acertando con el cuento
(le entusiasma, le aburre…).
Pero no solo los
libros son importantes. Es fundamental que los niños vean la función del
lenguaje escrito en muchas situaciones: la lista de la compra, la nota
que dejamos a mamá para decirle que estamos en el parque, el correo electrónico
que nos ha escrito la tía, el texto que acompaña a una foto en la que se ha
fijado nuestro hijo, etc. Aprovechando esos cientos de situaciones cotidianas,
se da una comprensión del sentido de lo escrito y una motivación por querer
descifrarlo.
Lo que hay que evitar es hacer
cosas de forma mecánica, con poco sentido. Por ejemplo, hacer fichas donde
repetimos una y otra vez la misma letra, o escribimos “ma-me-mi-mo-mu”. Aunque
a veces los niños muestran entusiasmo inicialmente por estos “deberes como los
mayores”, acaban siendo actividades tediosas porque no tienen significado, no
sirven para enterarse de algo (como sucede al leer un cuento), ni para recordar
algo importante (que no se nos olvide compara el zumo preferido), ni para
comunicar nada (que hemos ido al parque). Insistir en repetir estas tareas
mecánicas a veces tiene el efecto que menos pretendíamos: ¡quitar el interés
por leer y escribir!
CÓMO
En el “cómo” nos la jugamos:
tenemos que conseguir que leer y escribir sea algo placentero y gratificante. A
veces asociamos la lectura con una actividad escolar y nos dedicamos a hacer de
“maestros” con nuestros hijos, es decir, intentamos hacer una actividad seria,
nos volvemos muy directivos y les corregimos con frecuencia. Pero ¡ni los
maestros lo hacen ya así, ni somos maestros!
Estamos acertando en cómo
contamos o leemos el cuento si conseguimos emocionarnos juntos: la cara de
nuestro hijo muestra preocupación en esta página, expectación en aquella y nos
tronchamos con el desenlace final. Cuando contamos el cuento sin ilusión, de
forma mecánica, como cumpliendo un trámite, contagiamos al niño la falta de
entusiasmo. Aquí cuentan no solo las palabras, son importantes las miradas de
complicidad con el niño, nuestros gestos, nuestra voz expresiva, el estar muy
juntos…cuando padres e hijos conseguimos “meternos” en el cuento, es que lo
estamos compartiendo de forma acertada.
Un buen comunicador es que que
está atento a las reacciones de su interlocutor. Los padres que leen o comentan
bien los cuentos son aquellos que están atentos a las reacciones de su
“público”: la mamá que se para un poca más en la hoja que más le gusta al niño,
el papá que se salta un poco de texto cuando ve que la niña se aburre, el que
interrumpe la narración para hacer un comentario (“Da un poco de miedo, ¿no?) y
el que deja hablar y comentar al niño todo lo que se le ocurra (“¡Como el perro
de la yaya!). Con los que todavía no
hablan, el ponernos cara a cara con el pequeño - y el cuento en medio- nos
permite ver lo que están mirando para comentárselo, para seguirles en sus
intereses. Lo importante no es tanto leerlo todo sin dejarse nada, ni que el
niño se fije en lo que nosotros queremos; lo importante es que participe
realmente, que se meta en el cuento, que está muy atento y expectante en
algunos momentos, que hable en otros, que quiera volver a mirar la página
anterior, que nos marque el ritmo de la narración.
También nos jugamos en el cómo en
las situaciones cotidianas. Oportunidades para leer y escribir a lo largo de
toda la jornada hay en todas las casas, pero es muy distinto cómo se aprovechan
(“Déjame, que estoy haciendo la lista de la compra” frente a “¿Me ayudas con la
lista de la compra?”). Aprovechar las situaciones supone, por ejemplo, no
escribir una nota a la carrera, sino dedicar un minuto a compartirla con
nuestra hija, decidiendo qué escribimos, dejándole poner alguna palabra que
puede escribir ella con nuestra ayuda, etc. Y por supuesto, no hacer de
profesores tampoco en estas situaciones: arruinamos el momento si nos ponemos a
borrar lo que ha escrito la niña para hacérselo escribir bien.
CUÁNDO
En muchas familias leer un cuento
a los niños es parte del ritual de irse a la cama. Tiene la ventaja de tratarse
de una actividad tranquila y relajante…, siempre que se haga de forma tranquila
y relajante. En algunos caso, no es un buen momento porque el niño está
demasiado cansado o la mamá, muy ocupada. Es bueno establecer un ritual diario
de compartir un cuento, porque se asegura una estimulación cotidiana y
sistemática, pero cada familia debe decidir cuál es ese buen momento.
En cualquier caso, es importante
recordar que motivar hacia la lectura y la escritura no es solo cuestión del
reato del cuento. Hay cantidad de momentos a lo largo del día en los que
tenemos que aprovechar para leer y para que observen el sus social de la
lectura (la marca del coche que le llama la atención, la señal que indica por
dónde se va a la playa, el nombre que aparece en el teléfono móvil, etc.).
QUIÉN
Los padres y las madres tienen,
por supuesto, un papel esencial en todo esto. A veces uno de los dos tiene más
tiempo o le gusta más y se dedica un poco más a la lectura, lo mismo que el
otro juega más con la pelota o sale más a la calle con el niño. Lo importante
es que el pequeño vea interés por la lectura y la escritura en ambos. Pe5ro no
se deben desaprovechar otros “lectores” del entorno. Para algunas abuelas y
abuelos se trata de una actividad con la que disfrutan mucho. Algunos hermanos
y hermanas mayores están encantados de leer a los pequeños ese cartel que no
entienden, ese mensaje en el teléfono que ha enviado papá, etc. Lo importante,
de nuevo, es que no sea algo impuesto, una obligación, unos deberes para hacer
con la nieta o el hermano.
Y CON LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS A LOS
QUE NO LES GUSTA…
“Es que David solo
quiere el triciclo y jugar con los coches.” ¿Es que no hay
cuentos de coches y motos? Es esencial para los niños a los que inicialmente no
les interesan los cuentos- o los catálogos o lo que sea- seguirles en sus
intereses, dar con lo que les atrae.
“Es que Marta es
muy inquieta y no aguanta ni un segundo”. Tal vez a Marta no se le puede
pedir que está mucho tiempo, pero seguro que podemos pensar en cómo centrar su
atención. ¿Y si hacemos más gestos? ¿Y si intercalamos cosquillas y jugueteo a
lo largo del cuento? Y si, de momento, no se lo leemos, sino que le vamos
contando lo que a ella le llame la atención.
“Es que a la hora del cuento siempre acabamos mal; de
pequeño porque quería pasar las hojas y ahora, que es más mayor y empieza a
leer, cuando le corrijo y le hago repetir, se enfada.” ¿Por qué no dar
prioridad al placer del momento, a ayudar frente a corregir? ¿Por qué no
mordernos un poquito la lengua y permitir que haya cosas que se ha saltado o ha
leído regular? ¿Por qué no fijarnos más en lo que sabe hacer que en lo que no
sabe? ¿Le ayudamos realmente siendo tan críticos y perfeccionistas?
A todos los niños y niñas les
puede gustar compartir cuentos. Tenemos que acertar con su qué, su cómo, su
cuándo y su quién. La diversión y el placer serán el indicador de que vamos por
buen camino.
AUTORA: Gema
Paniagua
Equipo de Atención Temprana
de Leganés (Madrid)
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